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La prostitución es igual a la violencia de género

La prostitución es igual a violencia de género. Autonomía es una palabra clave en la conquista de derechos de los movimientos feministas. La dependencia económica ha mantenido a muchas mujeres cautivas de la violencia. La autonomía permite tomar en igualdad de condiciones, las mujeres serían autónomas como los varones y dejaríamos de hablar de feminización de la pobreza: las mujeres tienen los trabajos más precarizados, inseguros y mal pagos. Por eso son mayoría en la economía informal. Días atrás, el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación publicó la creación del Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular, que incluía como categoría al trabajo sexual, pero a las horas se dio de baja. Si la prostitución es o no un trabajo es una vieja discusión. Quienes dicen que sí buscan reglamentarlo, quienes dicen que no aseguran que es pura violencia de género. Hay miles de mujeres, travestis y trans que se prostituyen. La mayoría lo hace por necesidad económica. ¿Qué pasaría si hubieran tenido la posibilidad de estudiar y tener buenos salarios? Seguramente la enorme mayoría no se prostituiría. Argentina es un país abolicionista que no persigue a quienes están en situación de prostitución sino a las decisiones. La idea es proponer justamente: generación de trabajo para las mujeres que quieran salir de la prostitución, pero si no se las reconoce no acceden al trabajo.

La cuestión acerca de si la prostitución es una forma de violencia hacia las mujeres o un trabajo aún no ha sido saldada y tal vez no pueda serlo. Como en otros tantos temas, en momentos de aceptación cada vez mayor de las diversidades, no hay un discurso único que pueda considerarse revelador de ‘la verdad’. Todavía la discusión sigue vigente.

No hay un solo discurso ni una sola verdad.

La Argentina adoptó el sistema abolicionista que pretende poner fin a la prostitución. En 1949 la corriente abolicionista se plasma jurídicamente en la Convención contra la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución Ajena.

Sostiene que debe penalizarse a proxenetas, rufianes, y a quienes lucran con la prostitución ajena, pero no a quienes la ejercen. Prohíbe la existencia de prostíbulos.

Pero en la práctica no se cumple. Los prostíbulos y sus variantes: whiskerías, cabarets, casas de masajes, son una realidad amparada por la connivencia policial, judicial y política.

Pienso que más allá de la posición a la que adhiramos, debemos crear las condiciones para que todas las protagonistas puedan hablar.

No somos las que ‘sabemos’ por ellas. La idea de ser agentes de la ‘conciencia ‘y del discurso nos ponen en el lugar del poder.

Se deben implementar políticas públicas, sobre todo políticas de empleo genuino, de vivienda, para aquellas mujeres que quieran dejar la prostitución.

Aunque parezca una obviedad, hemos de recalcar que la transexualidad femenina (la transexualidad en general) no implica en ningún caso el ejercicio de la prostitución. Existen mujeres transexuales que ejercen la prostitución, y las que no la ejercen.

A pesar de esto, la realidad nos muestra que son muchas las mujeres transexuales que se ganan la vida a través del trabajo sexual. Es reflejo de las enormes dificultades que suele encontrar este colectivo a la hora de obtener ingresos económicos por medio de otras actividades económicas distintas al trabajo sexual. En muchos casos, y como resultado de la enorme estigmatización social que sufren, no suelen tener otras salidas laborales.

Deseo que encontremos una solución que reconozca los derechos de las mujeres más vulnerabilizadas y que se descarte todo tipo de estigmatización .

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